Tumbas de poetas y pensadores de Cees Nooteboom
Cees Nooteboom, que ha viajado por todos los continentes y ha recorrido el mundo de la literatura, visita a sus «muertos amados» allá donde se encuentren para entablar diálogos con ellos, para verificar sus palabras, su inmortalidad. Peregrinó a la tumba de Neruda en Chile; a las de Vallejo y Cortázar en París; a la de Antonio Machado en Collioure; a la de Stevenson en Samoa y a la de Kawabata en Japón; a las de Keats y Shelley en Roma, en el «cementerio de los extranjeros», donde también reposan el hijo de Goethe y uno de los hijos de Wilhelm von Humboldt; a las de Thomas Mann, James Joyce y Elias Canetti en Zurich; a las de Balzac, Proust y Nerval en el cementerio de Père Lachaise de París; a las de Brecht y Hegel, que están enterrados en un pequeño camposanto en Berlín.
Las reflexiones que han despertado en él esta gran variedad de las últimas moradas de grandes poetas y pensadores, los versos y palabras que le han inspirado son, como siempre en Nooteboom, merecedores de ser leídos y extremadamente sugerentes.
¿Quién yace en la tumba de un poeta? El poeta, desde luego, no, eso es bien sabido. Las tumbas son ambiguas. Cada vez que alguien lee o recita un poema los poetas siguen hablando. Cuando estamos al lado de sus tumbas, sus palabras nos envuelven. La persona ya no existe, pero las palabras y los pensamientos permanecen.
¿Por qué visitar la tumba de alguien a quien no hemos conocido en vida? Porque aún nos dice algo, algo que sigue resonando en nuestros oídos, que hemos retenido y no hemos olvidado, que nos sabemos de memoria y de vez en cuando repetimos, en voz baja o en voz alta. Con alguien cuyas palabras siguen estando presentes para nosotros mantenemos una relación, del tipo que sea. En algún rincón secreto de nuestro corazón albergamos la idea de que los poetas nos ven y se dan cuenta de que seguimos pensando en ellos, que seguimos leyéndolos, porque ellos siguen hablándonos…