2666 de Roberto Bolaño

“2666” es la novela póstuma del chileno Roberto Bolaño publicada en 2004. Era voluntad de Bolaño que las cinco partes que componen este libro inmenso se publicaran por separado y con una periodicidad establecida por él. Según reza una nota al final de la novela, finalmente el editor Jorge Herralde decidió en atención al “respeto al valor literario de la obra” publicarla en un solo volumen. Después de haberlo leído, se comprenden las razones del editor, que para mí son acertadas, ya que, aunque es cierto que se pueden leer por separado, la unidad y relaciones argumentales (en algunos casos sutiles, es cierto) hacen que sea más conveniente para su comprensión una lectura conjunta.

El libro está compuesto por La parte de los críticos, La parte de Amalfitano, La parte de Fate, La parte de los crímenes y La parte de Archimboldi, cinco “novelas” vinculadas por personajes, obsesiones, geografías, búsquedas, tensiones anímicas, pérdidas, enigmas y brutalidades que aparecen, se cruzan, desaparecen, se complementan y se contradicen saltando de una “novela” a otra.

Benno von Archimboldi, autor prusiano de culto, candidato al Nobel, al que nadie conoce, y los terribles asesinatos de mujeres en el Estado mexicano de Sonora, son los dos principales hilos que van tejiendo un universo trepidante y enigmático poblado por personajes al borde del abismo existencial. Bolaño crea una aventura extensa llena de personajes, historias, lugares, digresiones, en un viaje complejo e irregular con lugar para el surrealismo, la sátira y la iniciación.

5 partes

En la primera parte, La parte de los críticos, cuatro profesores y críticos de literatura van de congreso en congreso presentando estudios sobre la obra de Archimboldi, hasta que emprenden viaje a México, donde creen que se oculta el escritor y donde vive un, como ellos, archimboliano, un tal Amalfitano, que será el protagonista de la segunda parte del libro, La parte de Amalfitano. Aquí aparece este curioso personaje, abandonado por su mujer (Lola, que partió a España, en busca del poeta de Mondragón, con el propósito de sacarlo de un centro de salud y llevárselo a Francia), que pasa horas y horas contemplando un libro que ha colgado de un tendedero, y vive con su hija Rosa, personaje también de la tercera parte del libro, La parte de Fate, en la que un periodista de color norteamericano llega a Sonora para hacer un reportaje de un combate de boxeo y, poco a poco, en un mundo de prostitución, droga, alcohol y violencia, se va interesando por el misterio de los asesinatos de mujeres, asunto que centra La parte de los crímenes, y que merece que nos detengamos un momento; porque La parte de los crímenes, es de lo más feroz que he leído nunca (y que gracias a la extraordinaria adaptación teatral que hizo Alex Rigola en su día, lo más feroz que he visto nunca encima de un escenario). Estamos en el mismísimo infierno, el desierto de Sonora, donde un grupo de policías acaba de encontrar el cadáver de Rosita Méndez, que vuelve de la muerte para aullar su dolor mientras desfilan los nombres reales de las víctimas de Ciudad Juárez.

Los gritos atraviesan las páginas de la novela dónde Bolaño describe más de cien crímenes (119, si no me he descontado al leer), alternando con el relato de las vivencias de una multitud de personajes (los policías que investigan los crímenes, personajes del hampa de la ciudad de Santa Teresa, periodistas, maleantes, poderosos narcotraficantes, políticos, Klaus Haas, el gigante albino detenido como presunto culpable…). Hay que poseer un dominio de la narración realmente extraordinario para describir más de cien crímenes que presentan víctimas y circunstancias similares sin cansar al lector, es más, logrando arrastrarle página tras página a sabiendas que, al final, no dará con la solución.

Esta parte del libro, la cuarta, y la última, La parte de Archimboldi, son en verdad magistrales. Esta “novela” final (en realidad la primera en el orden cronológico) es la historia de Archimboldi, desde su infancia en Prusia hasta su partida a México, para auxiliar a un sobrino preso, acusado de asesinato. Una historia marcada por la guerra europea, cuyo protagonista asiste, estupefacto, a la agonía de una civilización a la que la corrupción moral ha arrastrado al abismo. Una maraña de personajes, que relatan sus vidas desde el interior del relato de las vidas de otros personajes, y que componen un fresco humano desolador, en el que el humor, en ocasiones negro, de Bolaño, no sólo subraya la intensidad del relato, sino que, al mismo tiempo, permite un respiro al lector.


Pretender describir la grandeza de este libro sería, en cualquier caso, inútil. Es un libro que hay que leer hasta acabar con él: cerrarlo, acariciar el lomo, y darse cuenta de lo difícil que será, después, encontrar algo de su nivel. Porque 2666 es un libro inabarcable, una obra monumental, llena de luz y de misterio, de presencias y ausencias, de silencios y sombras. Es un libro enorme no solo por sus casi 1200 páginas, sino porque dentro de él hay historias que pasan en frente nuestro, se nos desnudan y nos muestran casi toda su esencia, pero justo cuando las vamos a agarrar, cuando sentimos que las vamos a entender, cuando las vamos a cerrar se escapan, se escurren como el agua en el río.

En enero de 2001, Roberto Bolaño ya daba cuenta de la existencia de su próxima gran novela en una entrevista concedida a la revista Qué leer, de Barcelona, donde decía:

2666, es una obra tan bestial, que puede acabar con mi salud, que ya es de por sí delicada. Y eso que al terminar Los detectives salvajes me juré no hacer nunca más una novela río: llegué a tener la tentación de destruirla toda, ya que la veía como un monstruo que me devoraba”.

Así, Bolaño siempre pensó que 2666, sería su acto final. Un monumental telón de cierre.    


Ante 2666, la lista de admiradores es larga:

  • Andrés Ibáñez: «Bolaño fue el último de los grandes genios, y uno de los misterios más grandes que ha dado el arte de la novela».
  • Rodrigo Fresán: «El merecido éxito de Bolaño propone, además, una fuerte radiación que trasciende lo estrictamente estricto y que ya resulta tan positiva y arriesgada (a la hora de reflejar el cómo vivir la literatura) como negativa y riesgosa (la ambición de vivir de la literatura apoyado en cierto perfume legendario y mítico que a Bolaño nunca le interesó) potenciando la figura del escritor por encima de su obra».
  • Andrés Neuman, «2666, una catedral de búsquedas, tramas y lirismo brutal».
  • Luis García Jambrina, «2666 es una demoledora alegoría de nuestro tiempo»
  • Sergi Doria, «el testamento de un autor enfermo de literatura».
  • Carme Riera subraya lo que la descomunal novela tiene «de innovador en la literatura latinoamericana».
  • Manuel Vilas, «2666 demuestra que un escritor en lengua española puede escribir una novela desde la inteligencia, y no el exotismo y el pintoresquismo».
  • Para Amaro, hay una palabra clave: “Sublimidad. 2666 provoca en el lector la sensación de un mal absoluto, inabarcable, una incomodidad que se construye en virtud de la acumulación de historias, de fragmentos, de escenas que evocan algo ausente y terrible, incluso cuando no son violentas, incluso cuando las imágenes surgen de lo cotidiano o de conversaciones aparentemente banales”.
  • “2666 es lo mejor de una producción literaria prematuramente interrumpida”, escribió Ana María Moix.
  • “Un carpetazo histórico y genial a Rayuela de Cortázar. Una grieta que abre brechas por las que habrán de circular nuevas corrientes literarias del próximo milenio”, Enrique Vila-Matas.

Puedes conseguir el libro aquí.