¿Quién fue realmente Drácula?
La historia cuenta que quienes llevaron ese nombre eran dos príncipes rumanos, del siglo XV, Vlad II Dracul, y Vlad III “Tepes”, hijo del anterior, y por lo tanto, designado también con el apodo de Dracul (Dragón).
Para Stoker, Vlad “Tepes” era un enviado del infierno. De las fuentes que estaba a su disposición, el autor irlandés dedujo que Vlad III se caracterizaba sobre todo por salvajes orgías de ejecución, en las que, por lo general empalaba a sus víctimas, de ahí su apodo de “Tepes”, que significa empalador. De tal manera que Stoker interpretó como “vampirismo” esta crueldad extrema.
Tanto en la tradición alemana sobre Drácula, como en la rusa y la rumana, se encuentran pruebas de que Vlad “Tepes” practicaba la crueldad por placer. No obstante, se advierten diferencias esenciales. Los manuscritos alemanes (desde 1942(, el poema de Beheim (1463) y los sucesivos folletines (a partir de 1463) consideran que sus orgías de muerte eran innecesarias y arbitrarias, mientras que en los manuscritos rusos (desde 1482) el autor señala que Vlad “Tepes” había sido en verdad cruel e insensible, pero justo. Era de la opinión de que “el soberano debe ser incluso cruel, cuando de trata de erradicar el crimen y el mal de la nación”.
Las acciones de “Tepes” aparecen como arbitrarias, sin justificación y debidas sólo a la naturaleza maligna de su carácter. Esto responde a la detallada descripción de las distintas formas de ejecución y tortura empleadas por Vlad y, por supuesto de su método preferido: el empalamiento, decapitar, mutilar narices, orejas, órganos sexuales y labios, cegar, estrangular, ahorcar, quemar, hervir, despellejar, asar, desmembrar, arrojar a las fieras, dejar caer a las víctimas sobre palos puntiagudos, entre otras atrocidades.
En lo que se refiere a la crueldad del príncipe, ésta sólo puede comprenderse en el contexto de su época y en función de los objetivos de su política. Los soberanos de entonces, desde Luis XI, rey de Francia, hasta Mehmed II, el gran sultán turco, también recurrieron a la crueldad como armas contra sus enemigos. Vlad no hizo sido aplicar los métodos de su tiempo, y de ningún modo supera en crueldad a sus contemporáneos.
Probablemente el lector se decepcione al saber que ninguna tradición conocida le atribuye a Vlad “Tepes” propiedades vampirescas.
Si se busca al vampiro en Vlad, muchas son las referencias que pueden tomarse en serio, ya que ¿Quién se vuelve vampiro? Pues aquél a quien ha mordido otro vampiro; pero este tipo de víctimas no es el más frecuente. Clásicamente, existen dos formas de convertirse en vampiro: por muerte o por castigo.
En el primer caso, se parte de la idea de que toda vida desea ser vivida hasta el final. Una súbita intromisión, un accidente fatal, un suicidio, la muerte en la cuna, el asesinato, etc. interrumpen el curso natural de la vida y hacen que el alma no pueda hallar paz en su tumba. En el segundo caso, se relaciona al vampirismo con los hombres hallados culpables de graves males, lo cual también puede relacionarse con el hecho de mantener tratos con el diablo.
En esa teoría se basa la sospecha contra Vlad “Tepes”. Hay que tomar en cuenta su muerte repentina y violenta, en su vida no vivida hasta el fin y relacionada con sus actos sanguinarios. Tanto él, como su padre, murieron en forma prematura y ambos estuvieron fascinados siempre con la idea de seguir viviendo eternamente.
Sin embargo, no cabe duda de que el sangriento antepasado del Conde, aun sin colmillos, fue un hombre poco corriente, puesto que como hemos visto someramente, su crueldad no conoció ningún límite. En su defensa, quizá podríamos argumentar que cuando un gobernante desea la libertad y la independencia para su pueblo, cuando el territorio que desea defender es un cruce estratégico desde el punto de vista bélico de dos imperios -el cristiano y el turco en este caso-, enemigos encarnizados hace siglos, no bastan la habilidad, la astucia y la valentía; hace falta la misma dosis de violencia, para oponer al terror, un terror mayor. Todos sabemos actualmente que es de esta forma como nacen los monstruos de ayer y hoy, los de la Historia y los de la Leyenda.
Guadalupe Velázquez M. Editorial TOMO