Simón de Miqui Otero

“Este libro es una vida entera. La vida de Simón”.

La historia de un niño del Poble Sec en una Barcelona en plena euforia olímpica, y cuya niñez quedará marcada por la influencia enorme de su primo Rico, su referente vital, su compañero de azoteas. Pero Rico, aquel que le prometió una vida de novela, desaparece de golpe y nuestro protagonista, nuestro ‘héroe’, mientras se pregunta dónde y por qué se ha ido su primo, deberá aprender a vivir sin él.

“Yo sigo contigo, aunque ya no pueda estar ahí. Protagonizamos nuestras obras en dos escenarios distintos. Y el protagonista de tu obra me gusta: es valiente y sonríe hasta cuando se cae. ¿Sabes por qué? Porque tiene la convicción de que el mundo está loco. Y de que la sonrisa es su único patrimonio.

¿Y sabes? El futuro es un tesoro que hay que buscar. Donde nadie busca.

Todo está en los libros. Incluso yo. Y, sobre todo, tú. Tu futuro. Confía y espera, Rico.”

“Simón” se desarrolla durante varias décadas, mostrando el proceso de crecimiento personal y madurez de todo su muestrario de personajes, en el que el mundo parece madurar al paso de éstos, y ambos pierden su ingenuidad e inocencia a la vez que los tiempos.

Pero “Simón”, sobre todo, es infancia. Aquella que el protagonista pasa entre las mesas y cocinas del Baraja, el bar de su familia, con la nariz entre los Libros Libres que le daba su primo. Es una reivindicación de la amistad como motor del mundo, pero de la amistad de verdad. “Simón” también es crecimiento, precariedad, miseria, aprendizaje. Al fin y al cabo, la vida.

La novela de Miqui Otero guarda en cada línea una lección a aprender. Cada experiencia del protagonista repercute en el lector y éste va dándose cuenta de que la verdadera camaradería y la intimidad son el mejor tesoro que nos podría dejar cualquiera. Que todo está en los libros, y que la vida es una mala copia de lo que hay en ellos. Porque “Simón” está lleno de personas a las que regresar, lugares a los que volver y experiencias a rememorar.

A veces los problemas se solucionan cuestionando si lo son de verdad…

Los libros eran su mundo, y con ellos, se enfrentaría a él.

Porque Rico le había inculcado que leer es la única forma de vivir muchas vidas posibles en el tiempo que te da una.

Ambos eran demasiado listos como para ser felices, pero no tan tontos como para no intentar pasarlo bien.

Abrió la puerta del Baraja y el miedo infantil, que jamás es ceniza sino brasa, que solo necesita la brisa de un olor determinado para volver a arder, se encendió de nuevo.

¿Es posible escuchar un silencio lleno de gritos?

No había estudiado para escribir, pero es que para eso no se estudia. Para eso se lee y, a veces, se vive.

No es solo lo que le sucedió, sino lo que pudo haberle sucedido. No es solo lo que tiene, sino también lo que desea y sabe que ha perdido. Porque uno no es solo lo que vive, sino lo que piensa.

Había que brindar por el impulso. Siempre. Brindemos pues, también, por el impulso.